29 agosto 2008

Pececitos colorados en un mundo pequeño



Maquillaje contra la envidia
(Sri Lanka 2002)



En casa de Anita vivía un pequeño pez de un intenso color naranja brillante, al que llamaban Pepe.


El pececillo respiraba continuamente abriendo su boca redonda con ritmo constante, como diciendo blo, blo, blo, blo,...

Durante el día siempre nadaba. Su camino dibujaba la forma de una circunferencia, que repasaba una vez, y otra vez, y otra vez,… Para conseguirlo hacía pequeños giros ayudándose con movimientos de su cola roja semitransparente, como barriendo el agua a ritmo de zas, zas, zas, zas,…

Cuando estaba quieto es porque dormía. Entonces se quedaba suspendido en medio del agua, generalmente más cerca del fondo que de la superficie.

Si en algún momento se le veía ansioso y acelerado, de pronto cambiaba el rumbo de su recorrido circular incesante dirigiéndose hacia la superficie, hasta rozar el exterior, mientras abría y cerraba mucho más rápidamente su boca de pez.

No era que quisiera respirar el aire de fuera de su mundo acuoso. Era porque una mano humana había esparcido pequeñas bolitas coloradas sobre su agua. El pececillo subía para comerlas haciendo pequeños y rápidos picoteos como si fuera un pajarillo, pic, pic, pic, pic,…


Todos pensaban que el pez era de color rojo debido a aquellas bolitas coloradas que siempre comía. En realidad su color naranja intenso tomaba esta tonalidad debido al pequeño mundo en el que vivía.
Una copa que tenía la forma como las de beber coñac, pero cinco veces más grande. El color verde botella de la gran copa de cristal oscurecía su color naranja hasta convertirlo en rojo.


No podía soñar con océanos, ni lagos, ni acuarios, ni grandes peceras, porque no los conocía. En su mundo reinaban el silencio y la ignorancia. Vivía en ese mundo pequeño sin saberlo porque era solo un pececito colorado.


Pasado poco tiempo el pececito fue creciendo y la copa verde se hacía pequeña para su nado circular continuo. Tomaba cada vez más fuerza a medida que respiraba – nadaba – comía – dormía – crecía - respiraba – nadaba – comía - dormía – crecía - respiraba – nadaba - … Blo, blo, blo, zas, zas, zas, pic, pic, pic, blo, blo, blo, zas, zas, zas, pic, pic, pic, …


Un día sin saber cómo, esta inercia le impulsó fuera del agua y cayó al suelo. Coleteaba y aunque seguía abriendo su boca de pez con ritmo de pajarillo, le sobraba el aire que ahora respiraba. Dos manos lo recogieron con cariño, haciendo una forma de barca y le devolvieron al pequeño mundo. Las apariciones en el suelo del pececito de intenso color naranja, coleteando y agónico, eran cada vez más frecuentes. Una vez tras otra lo devolvían a su pequeño mundo verde botella.


Un día sin saber cómo, el pececito colorado apareció en el suelo.

Ya no coleteaba ni abría su boca de pez.


Anita pensó ese día que no quería tener nunca más pececitos en un mundo pequeño, que estaban mejor en libertad, en sus océanos, ríos y lagos.

.

1 comentario:

Subscribe Now