02 junio 2008

Escoger la naranja pequeña

Cada mediodía, centenares de niñas vestidas con uniforme azul oscuro ocupaban, de seis en seis, su lugar en aquellas mesas grises.
El hábito gris oscuro de las monjas, tomaba allí un tono que se confundía con el negro. El comedor del colegio tenía poca luz por estar situado en la parte baja del edificio.

Al cabo del rato, las mesas iban quedando de nuevo vacías a medida que las niñas terminaban sus tres platos de comida y salían alegres a jugar al patio. En el interior del comedor, ahora en un silencio forzado bajo la vigilancia de la monja Sor Albina, quedaban 2 niñas sentadas en una misma mesa. Mientras masticaban con grandes esfuerzos, los minutos se alargaban a la par que el bocado. Cruzaban sus miradas y volvían nuevamente la vista al respectivo plato. En él veían su triste y seco trozo de carne, que debían terminar por completo para ser liberadas de sus sillas.

En un pequeño plato de cristal rayado colocado entre ambas, aguardaba el postre. Era el único toque de color en toda la sala. Dos naranjas pequeñas, una para cada una de las niñas.

Anita consiguió terminar el segundo plato antes que su compañera de mesa. Alargó su mano y tomó la naranja que era visiblemente algo más grande, bajo la mirada de la monja que la observaba. Sor Albina le dijo inmediatamente: “eres una niña mal educada y egoísta, debes coger la naranja más pequeña y dejar la más grande para tu compañera”.


Anita había elegido su naranja con la intención de que la otra niña no tuviera que tragarse el postre más grande y así aliviar lo que ya a ambas les estaba costando terminar en aquel mediodía. Escogió la naranja pequeña para su compañera, y no para sí misma, haciendo un esfuerzo final. Por ello fue castigada a terminar su naranja pequeña en la cocina.




Cestas de Frutas. Bali 2004

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