02 noviembre 2008

La mordedura del Mago del Siam


Mi buen amigo (Sri Lanka 2002)

Boris era el inseparable amigo de Denis. Su más querido amigo de infancia, de aventuras, de travesuras,... Hubiera querido abrazarle muy fuerte, pero ya no era posible. Apenas pudo verle unos instantes. Fue una despedida breve tras la mordedura del Mago del Siam.

El alma de Boris intentaba transmitir la misma alegría de siempre, pero en sus ojos saltaban las chispas del dolor y del miedo. La mordedura transformó al lobo en un mortal humano. La piel de un color oscuro aceituna, los cabellos grises y débiles, la cara enjuta y el cuerpo de una delgadez extrema como la de los niños que padecen la hambruna, le daban un aspecto de total fragilidad e indefensión. Ya no era el joven lobo con el que corrían juntos por el bosque noche tras noche.

Cruzaron sus miradas buscando respuestas a las mismas preguntas que gritaban sus entrañas salvajes: ¿por qué tú?, ¿por qué yo?, ¿por qué tú?, ¿por qué yo?, …
Al igual que las preguntas, las respuestas tampoco se pronunciaron: tú no!, yo no!, tú no!, yo no!, tú no!,…
Un apretón de manos que lo decía todo junto con la palabra “gracias” pronunciada como un susurro y todo terminó.

A Denis sólo le queda aullar a la luna llena que transformó a Boris y se lo arrebató. Dueña y señora de las más grandes desigualdades, al dar y quitar la propia vida. Injusta con los niños que no pidieron venir a un mundo de hambruna y dolor. Injusta con los jóvenes que quieren seguir el curso de una vida futura. Injusta con los que quedan heridos por el dolor de lo que les ha sido arrebatado.


“La luna llena recortaba las hojas como encaje de sombras. (…) la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam (…) medianoche en punto (…) enfurecido el Mago del Siam se abalanzó sobre la inocente bestia, mordiéndole cruelmente el codillo. (…) De regreso a su guarida, se sintió vencido por una fatiga fuera de lo común, y quedó sumido en un sueño muy pesado, entrecortado por turbulentas pesadillas. (…) en la agonía de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y los miembros agarrotados. (…) Su reposo se hacía cada vez más desasosegado (…) Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensación de frío, en mitad de la noche de luna llena despertó brutalmente de su sueño. (…) y no pudo impedir llorar su perdida apariencia”.

EL LOBO-HOMBRE, Boris Vian 1947.
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