31 enero 2009

Al final de la cola


Las últimas de la fila
(Republica Dominicana 2000)

Anita hacía colas todos los días:

la de esperar el autobús escolar
la de entrar en el colegio
la de entrar en clase por la mañana
la de salir al patio
la de volver a clase
la de entrar al comedor del colegio
la de volver a clase después de comer
la de salir al patio por la tarde
la de recibir la merienda
la de volver nuevamente a clase
la de salir del colegio
la para esperar el autobús de regreso a casa

Siempre mirando al frente, siempre con la cara y el cuerpo orientados a la espalda de quien estuviera delante.
Era muy importante formar una línea muy recta. Por eso se llamaba “hacer la fila” y no “ponerse a la cola”.

Si durante el día tocaba clase de gimnasia, el número de filas incrementaba, con:

la de entrada en los vestidores
la del inicio de la clase de gimnasia
las de los numerosos ejercicios que empezaban haciendo una fila
las de los ejercicios que se desarrollaban siguiendo una fila, ....

Se regresaba de vuelta, primero al vestidor y luego a la clase, también en fila.


En las filas no se podía hablar, se debía guardar silencio.
Dentro del colegio, la orden de formar filas se daba a golpe de silbato.
Sólo la voz de la monja que dirigía la escuela, la de la monja que hacía de maestra de la clase, la de la profesora que dirigía los ejercicios de gimnasia, podían alterar el orden o el movimiento de la fila.
Para otro tipo de filas era un acontecimiento el que marcaba el cambio: llegaba el autobús, se abría la puerta del colegio, se abría la puerta de la clase, ...


Anita como muchas otras mujeres, aprendió mucho con estos entrenamientos diarios.


Aprendió a ser obediente. Aprendió a ser sumisa. Aprendió a guardar sus opiniones en el silencio que requería la misión de hacer y seguir la fila.

Una mirada que nunca ve los ojos del otro al que sigue porque va delante.
Una reacción instintiva de alerta física a los sonidos inesperados.
Un oído atento ante la voz de quien tiene el mando.
Una boca sellada que no deja expresar las emociones y las opiniones.


Sí, todavía existe este tipo de educación que crea desigualdades de enriquecimiento personal y colectivo. Escuelas-cárcel, cárceles-escuela, ejércitos-escuela, escuelas-militares,...

Anita como todas las niñas y niños del mundo merece un futuro mejor.

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